La mentira no es buena consejera.

Sin embargo, lamentablemente, se ha convertido en algo demasiado habitual en el debate público y político. Parece que algunos saltan a la socorrida fórmula de «miente que algo queda» y a partir de ahí, están dispuestos a construir su verdad a base de mentiras.

Soy de la firme convicción de que no se llega lejos a base de informaciones falsas. Y menos si con ellas pretendes trasladar a la ciudadanía tus valores y tus fortalezas.

Recientemente la periodista Angels Barceló lo dijo de forma tajante :

«Empieza a ser muy cansino, cansino y peligroso. La mentira instalada en el discurso político, pronunciada con la rotundidad de una afirmación innegable. Son varios los líderes políticos que utilizan la técnica de decir verdades a medias, argumentos que cuando se les pide concreción no tienen respuesta o directamente mentiras. A la mentira solo se la puede ganar rebatiéndola y ya sé que es cansado, pero hay que hacerlo porque si no los ciudadanos pueden sufrir una distorsión de la realidad, y esta distorsión es la que va a guiar sus decisiones y sus votos. La gente saca sus conclusiones a partir de los hechos que escucha, que lee, y si estos hechos son falsos sus conclusiones serán erróneas.

Suscribo cada una de estas palabras. Defiendo que no se puede querer crear opiniones falsas a base de hechos que no son verdad. Y creo, efectivamente, que no solo hay que decir la verdad, hay que rebatir la mentira, contrarrestar con información y pruebas las noticias falsas. Es verdad que supone un desgaste, es verdad que muchas veces es la verdad la que tiene que demostrarse después de una descarada falsedad, pero creo, sin duda, que es nuestra responsabilidad, que las mentiras no se conviertan en verdad

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