Todos conocemos el cuento de la cenicienta. La joven que se ocupaba laboriosamente de todos los quehaceres domésticos y de dar un servicio completo a su madre y sus hermanas pero que ni siquiera tenía derecho a leer la invitación al baile.
Pues bien, así nos sentimos los ayuntamientos. Como las cenicientas institucionales. Estamos día a día prestando los servicios que nos demandan nuestros vecinos y que creemos que tenemos que ofrecer a nuestros conciudadanos. Sin embargo no tenemos derecho a opinar en el reparto de las aportaciones que nos permiten ofrecer esos servicios. Estamos en la primera línea a la hora de prestarlos pero no tenemos ni voz ni voto a la hora de plantear cambios en las responsabilidades, competencias o en el reparto de las financiaciones.
Nos encontramos ahora, a la espera de conocer los datos de la recaudación de este año y las conclusiones del Consejo Vasco de Finanzas, pero ya se habla de un descenso de entre el 5 y el 10% de lo previsto como aportación de la Diputación al Fondo de Financiación Municipal. Si eso se cumple podríamos estar hablando de aportaciones de la Diputación comparables a las de hace 8 años.
No cabe duda de que las cosas están muy complicadas pero por eso es necesario un cambio que se adapte a las nuevas circunstancias. Somos los ayuntamientos, alcaldes y concejales, los que tenemos que adaptar nuestros servicios a las aportaciones de la diputación, que hace y deshace con demasiada facilidad y sin la presión de quien trabaja codo con codo con sus vecinos. Cada vez se hace más evidente la necesidad de un cambio que clarifique las competencias y mejores el sistema de financiación de los ayuntamientos.
La diputación tiene demasiada grasa, demasiado gasto que abandona sin apenas repercusión. En cambio para un ayuntamiento es enormemente doloroso tener que suspender un programaba o reducir una subvención.
La diputación está allí. En su Salón del Trono, en su palacio de la Plaza de Gipuzkoa, repartiendo subvenciones de manera arbitraria y que prefiero no valorar. Siguen lejos de los ciudadanos, que en la mayoría de los casos apenas saben qué pueden exigir al ente foral. Lo que si saben es dónde está su ayuntamiento y cómo puede ayudarles. Por eso debemos escuchar a la gente, estar más cerca de ellos. Dar más protagonismo a las instituciones locales y adelgazar la Diputación.
En el cuento el hada buena lo cambia todo, pero los cuentos cuentos son, y en el nuestro los ayuntamientos tendremos que exigir sin varita mágica pero con la fuerza de nuestros ciudadanos un cambio de modelo que facilite las cosas a quien está más cerca de los ciudadanos y sus necesidades.
Mi apreciable compañero:Tienes toda la razón del mundo,pero como tenemos tantas duplicidades, el dinero no llega para todos.Sufriendo los ayuntamientos los daños colaterales.Cuando el compañero Patxi se hizo cargo del gobierno tenia que haber quitado las diputaciones,para gestionar un solo ente dentro del país vasco.
Soy de la agrupación de Baracaldo.
Un fuerte abrazo y a seguir trabajando.
Permíteme, como ciudadana, dudar que el ayuntamiento sea tan igual al modelo de cenicienta que describes, en el que es puramente una víctima. Es verdad que es muy difícil contentar a un grupo de ciudadanos muy heterogéneo y variado como es el de Irun, y menos cuando las ayudas se reducen, y valoro su trabajo y esfuerzo. Pero es fácil echar la culpa a los demás. Creo que algunas decisiones y modos de trabajar que tiene el Ayuntamiento no van dirigidos a ayudar a la ciudadanía, pero sí tienen un fin recaudatorio. Sin embargo, ese recaudamiento está dirigido a los ciudadanos, y creo que el ayuntamiento podría reducir muchos gastos absurdos que tiene para amoldarse a los nuevos tiempos. Pensad por un momento en la situación actual de la ciudadanía, y dime si los políticos, gobierno municipal y técnicos del ayuntamiento no podéis hacer un esfuerzo mayor que los demás por mejorar la situación.
Un saludo.
Querido José Antonio
Tienes toda la razón en tu artículo. Creo que las Diputaciones deberían desaparecer o como mínimo intentar que fuese una sola, en lugar de tres, aunque yo creo que todo esto se debería discutir y aprobar en el Parlamento y no en las Diputaciones.
Al ser la Diputación de un Partido y el Ayuntamiento de otro está claro que la Diputación siempre trabajará intentando favorecer a los suyos.
Luis Azcue
Para el ciudadano de a pie el Ayuntamiento es su interlocutor más cercano, al que exige soluciones para facilitar su vida diaria. No conoce las atribuciones de los diferentes organismos e imputará, por lo tanto, cualquier recorte a una mala gestión municipal.
Ahora los Ayuntamientos deben conseguir más ingresos y no pueden endeudarse como antes para satisfacer al votante.
Como las hadas madrinas escasean, parece evidente que las Cenicientas tendrán que exigir a la Diputación que no se comporte como una mala madrastra y aprenda a compartir y delegar. No será tarea fácil pero el momento lo exige.
El ayuntamiento es el organismo más cercano para la gente de a pie y a quién va a dirijirse siempre para que le solucione los problemas diarios.
No entenderá que los recortes sean atribuibles a otra institución, la Diputación, con la que no suele tener contacto directo.
Es aconsejable que los ayuntamientos no esperen ayudas de hadas madrinas y que reclamen a la Diputación que se comporte como una buena madre (los franceses dirían «en bon père de famille) generosa y atenta a las necesidades de sus ciudadanos.
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cenicienta es un mujer bonita elegante yyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyy muy sinsera yo desearia ser su hermana